miércoles, 2 de diciembre de 2009

3. HISTORIA DE LA VELA


Parece ser que la vela se adoptó relativamente tarde para la iluminación casera. El origen de las velas es tan antiguo como la civilización humana. La más antigua descripción aparece en escritos romanos del siglo I d.C., y este nuevo invento se consideraba una obra de arte. Hechas de sebo, un extracto sólido casi incoloro e insípido de grasa animal o vegetal, las velas eran también comestibles. Siglos más tarde, los guardianes de faros británicos, aislados durante períodos de varios meses, hicieron de la ingestión de velas una práctica profesional reconocida.
Incluso las velas de sebo más caras exigían que, cada media hora, se despabilara el extremo carbonizado de la mecha o pabilo, sin extinguir la llama. Una vela que no se sometiera a esta operación, no sólo difundía una pequeña parte de su capacidad, sino que la llama, al arder muy baja, derretía rápidamente el sebo restante. De hecho, en una vela que se dejara arder por sí sola, sólo se consumía el 5 por ciento del sebo, y el resto quedaba sin aprovechar. Sin que alguien las despabilara, ocho velas de sebo, con un peso de una libra, se consumían en media hora.
Esta difícil tarea ya no tuvo objeto a partir de finales del siglo XVII, cuando se propagó el uso de las velas de cera de abeja, que se evaporan parcialmente. La cera era tres veces más cara que el sebo, pero las velas fabricadas con ella ardían con una llama más viva. La Iglesia católica ya había adoptado el lujo de los cirios de cera, y la gente muy rica los empleaba para las grandes ocasiones. Datos referentes a una de las grandes mansiones británicas muestran que, durante el invierno de 1765, sus habitantes consumieron más de cien libras de velas de cera en un mes.
En el siglo siguiente, las velas de lujo serían la de cera blanquísima y reluciente, la dura y amarilla de sebo vegetal, procedente de China, y la vela verde, perfumada con laurel, utilizada en la costa nordeste de Norteamérica.
A fines del Siglo XVIII, gracias al auge de la casa de ballenas, las velas comenzaron a hacerse con la esperma de las ballenas, el cual lo obtenían de la cabeza del animal. Tuvo gran éxito ya que las velas que se fabricaban con este material, no tenían olor desagradable, al prenderse, además de que no se reblandecían o deformaban con el calor del verano.
A mediados del Siglo XIX, el desarrollo de la estearina como compuesto químico, originalmente producido a partir de la grasa (Mineral) refinada que produjo grandes cambios en la técnica de hacer velas; se extendieron los tiempos de mayor duración, dureza y los colores se tornaron más opacos y de buen olor.
Hacia 1850 durante el proceso de refinación del petróleo, se descubrió una cera de color blanco-azuloso que ardía limpiamente y no emitía olor desagradable, se le llamó cera-parafina, que pronto sustituyó a los materiales que en ese entonces se utilizaban en la fabricación de las velas.
En la época colonial, se utilizó la cera que se obtenía hirviendo las bayas de árbol de la cera, si bien ardía limpiamente, el proceso de obtención era demasiado tedioso, por lo que su popularidad disminuyó. Fue en el Siglo XIX, cuando se comienzan a fabricar las velas en máquinas de producción continúa.
Las subastas de velas eran muy comunes en los Siglos XVII y XVIII y se cree que aún existen algunas hoy en día. Se clavaba una aguja en una vela, a una pulgada bajo la mecha y la subasta continuaba hasta que caía la aguja, siendo la última oferta hecha antes de la caída de la aguja la que se aceptaba.
Contrariamente a lo que se diga, los ritos que se efectúan con velas son altamente efectivos, ya que al prender una vela se está abriendo una puerta a otra dimensión, a otro plano astral superior; es muy importante que cuando prendamos una vela sea con un cerillo de madera para que la magia sea completa y cuando la apaguemos sea con la punta de los dedos mojados o con una capanita para sofocar la flama. Nunca debe soplarse ya que de lo contrario la magia será nula.
Recuerde que las velas pueden tener aroma y color, y que cada color desprende una vibración diferente que es benéfica para diferentes fines.
En tiempos pasados antes de que el gas y la electricidad se convirtieran en el único medio de energía para el mundo, únicamente se utilizaban las velas que producían luz artificial. Ahora, a pesar de que no son muy necesarias, nos gustan y las utilizamos para decorar o por algo muy especial que nos atrae de ellas; las velas tienen propiedades de cambiar el ambiente y crear una atmósfera hechizante y de gran belleza no sólo para decorar, también para hacer un buen regalo.
En 1831 se halló la estearina mediante la purificación del sebo, que quema durante largo tiempo y sin desprender olor. En 1850, elaborando los derivados del petróleo, se obtuvo la parafina, el producto básico en la fabricación moderna de las velas.
Los antiguos hicieron amplio uso de la cera para la preparación de medicamentos y, en las canteras navales, para impermeabilizar el maderamen destinado a la construcción de los cascos.
En la actualidad, velas, candeleros y candelabros completan la decoración y crean una atmósfera íntima y romántica, rica en nostalgia y encanto. Se expresa a través de ellas, creatividad y rodean de ese calor y misterio que emana exclusivamente de las velas. Hay algo que nos atrae en las velas y su luz. Las velas son manifestaciones del fuego y éste ha maravillado al hombre desde épocas primitivas.

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